"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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El espejo de agua por Renée Escape

EL ESPEJO DE AGUA (Cuento de Navidad) El entusiasmo cosquilleaba en nuestras panzas, ni bien comenzaban los primeros días emocionantes de diciembre. Los preparativos incluían manejar materiales que nos daban mucho placer. No siempre teníamos posibilidades de adquirir y manipular papeles glacé ni pegamentos, con tanta libertad creativa. Usábamos láminas de papel brillante en varios metros, papeles afiche de tonos flúor y generalmente, rojo para los Papá Noel. Así los veíamos resaltantes y bien destacados en centros de mesa, o como adornos. Manipulábamos tijeras dentadas, cola vinílica que en los 60, le llamábamos poxiplast. Lo importante consistía, que junto a mi hermano, ideábamos qué armaríamos de novedoso ese año. Generalmente, hacíamos estrellas grandes volumétricas con luz en su interior, sobre dos conos de metal que nuestro padre tenía como pie de una lámpara futura y que a su vez, cada una, portaba agujeros grandes, por donde podían brotar los rayos luminosos. También armábamos casas muy altas, casi de nuestro tamaño, forradas con flecos de papel brillante, cubriendo de dorado el interior y de rojo brillante las tejas simuladas, para colocar el pesebre adentro. En ocasiones, usábamos el biombo de madera, de nuestro tío Gringo. Era de tres paños macizos, color negro de un lado y con pececillos de colores del otro. Por lo cual nos interesaba plegarlo del modo tal que quedara el negro formando un espacio para colocar allí lo que deseáramos. Generalmente, para encasillar en su interior, algún armazón realizado con un soporte o vástago de hierro y alambres contorneándolo, luego cubrirlos con boas brillantes, luces y los globitos que en aquellas épocas eran muy frágiles, pues sus vidrios eran de un espesor milimétrico y sus tonos bien intensos. Para nosotros, lo infalible consistía en visitar a nuestra amiga Graciela, de la casa de al lado. Todos los años nos urgía investigar lo novedoso que sus padres pudieren comprar y poder gozar de sus pesebres…. Es que los suyos eran muy placenteros. Siempre me remedaban a las pinturas de Brueghel, pintor del 1.500 holandés, quien tenía muchísimos personajes en acción en sus obras, según nos pasáramos horas mirando con Jorgito, los libros de arte de nuestros padres. Los pesebres armados en el interior de la chimenea de la casa de Graciela, eran colosales. Además de Nuestra Sagrada Virgen María, de San José y la bella criatura que representaba al niño Jesús, todo el entorno de múltiples elementos y personajes, repletaban todo el espacioso predio del interior. Así, vacas, burros, cebras, cabras, árboles, puentes, animalitos de corral y de granja, poblaban por completo ese establo, bien revestido de paja, maderas y pastitos. Estaba tan bien armado, que hasta ofrecía perspectiva…porque si nos quedábamos escudriñando por largo tiempo, cada personaje- que sabíamos bien que no debíamos tocar- nos permitía observar más al fondo, en la profundidad del hueco. Mi escasa visión apenas podía descubrir montañas y patitos nadando felices y refrescados, en una bella y amplia laguna, rodeada de un verde césped. Nuestra amiga encendía la supuesta luz del sol si activaba una de las perillas, encendiéndose un foquito amarillo e intenso. Si activaba otra, se encendía una luz blanca mucho más tenue, que representaba la luz lunar y nocturna. Cuando las luces se encendían el brillo del lago de patos, era casi tan brillante en su reflejo que parecía a la de los mismos foquitos de arriba. Inicialmente creí que eran otros focos que también habían puesto abajo y atrás dentro de esa chimenea… Cuando Jorgito hablaba con Graciela, mi curiosidad fue muy lejos. No pude evitar extender mis manos para tomar los focos de abajo y mis dedos, se resbalaron sobre un vidrio liso, desparramando a los patitos, tirando un árbol del costado y desarmando el césped que cubría los bordes del lago. “¡Qué hiciste!Riadana! ¡Te dijimos que no tocaras! ¡Arruinaste el Pesebre… casi rompés el espejo! ¡Estúpida! ¡Tonta!” Me incorporé, y mientras mis mejillas ardían y varias lágrimas rodaban manchando mis anteojos, descubrí que mi pobre visión ahora distinguía dónde se posaban esos patitos. Era sobre un espejo con marco de carey rayado de colores, con el mango que sobresalía debajo del simulacro de pasto. ¡Qué gran desilusión! Esa gran desilusión opacó mi interés, esa absurda fantasía navideña… Ya los Pesebres mágicos de la casa de Graciela, habían perdido emoción y dejado… un sabor amargo; el del desprecio por parte de mi amiga. Salí corriendo, para dar la vuelta y llegar a casa… al fin. Renée Escape-

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